Alberto Ormaetxea dejó un gran legado a la familia realista: una manera de ser y de trabajar.
Humilde, trabajador, serio y discreto. Así era Alberto Ormaetxea, sin duda, uno de los personajes más importantes de la historia de la Real Sociedad. Sobre todo, por su etapa como entrenador. Sin otro interés que el de hacer bien su oficio, logró cosas con las que la afición txuri-urdin nunca había soñado.
Su andadura como jugador txuri-urdin comenzó en los años 60. Después de jugar dos temporadas con el Sanse, entró en el primer equipo en 1962, coincidiendo con el descenso a Segunda División. Con el ‘3’ a la espalda, Ormaetxea defendió la camiseta de la Real Sociedad durante 11 temporadas, disputando un total de 280 partidos y anotando 2 goles. Formó parte del histórico equipo que logró el ascenso en Puertollano, aunque él no pudo jugar el partido decisivo. Lesionado, tuvo que ver el choque desde la grada, junto a Mendiluce.
Una vez retirado, aprendió a ser entrenador al lado de tres grandes figuras realistas: Iriondo, Elizondo e Irulegi. Se hizo cargo del primer equipo en la temporada 1978-79, con el estudioso Marco Antonio Boronat como ayudante. Casi la mitad de los encuentros que Ormaetxea dirigió a la Real acabaron con victoria txuri-urdin. En total, 157 de 324 partidos. Desempeñó ese cargo durante 7 temporadas, hasta la 84-85.
Fueron los años más brillantes de la historia de la Real Sociedad: un récord de imbatibilidad, un subcampeonato, dos ligas consecutivas, una Supercopa, semifinales de la Copa de Europa…
Ormaetxea decía que no vivía de recuerdos. Pero su legado es imborrable. Los realzales siempre le recordaremos.